Crónicas de una mañana en el mercado
Comprando limones se gasta la quincena
Santiago Concheiro Carmona
Por la mañana, las calles de la ciudad se mueven con normalidad. Los coches van de un lado a otro y se escucha el pitar de los cláxons desesperados por pasar antes que el camión que ya se atravesó en el cruce entre dos calles. La gente va de aquí para allá, la mayoría parece actuar automáticamente sin mirar a los ojos, sin detenerse a observar lo que sucede a su alrededor. Todo es tan cotidiano y naturalizado que podríamos creer que no hay mucho que observar. Vamos caminando en grupo rumbo al mercado, deteniéndonos en cada esquina para que no nos maje el coche que da la vuelta bruscamente. La policía toca y toca su silbato y por fin, nos da el paso.
Todo transcurre sin contratiempos como si todo fuera exactamente igual que ayer o que hace una semana o un mes, pero en los mercados de Mérida y de todo el país se ha propagado, casi como un rumor fugaz, que el alza a los precios del limón se debe a la escasez de este tan preciado cítrico que es fundamental para la gastronomía de todo mexicano: los tacos, las tortas, los salbutes, panuchos, sopas, aguas, paletas, mariscos, pescados, elotes, esquites, ceviche, empanizados, frutas con chilito, el coco en la playa, las micheladas, palomas, para el shot de tequila o de mezcal, el pozole... para todo viene bien una rajita de limón. El aumento drástico del precio del limón ha hecho que este gran aliado de la comida mexicana deje un hueco irremplazable en muchos hogares del país, amargando la comida de gran parte de la población y a uno que otro vendedor. Nos internamos en el mercado con el objetivo de saber la opinión de los comerciantes de este fenómeno que aqueja al país entero. Preguntamos un par de precios: 32 pesos, $41, el tramposo $41.90, $35, $42, $30, $40... Muchos de los comerciantes aseguran que el precio del limón siempre sube en esta época, cada año sube un par de pesos del promedio, pues no es época de mucha cosecha por la falta de lluvias, pero ésta vez sí que se ha excedido el precio. Muchos respondían un poco molestos por preguntarles sobre el alza y decían a regañadientes que venían desde Akil, Hunucmá o desde Oxkutzcab y que tenía que pagarse la gasolina (que bastante ha subido), el riego de los terrenos y el salario de los jornaleros. Otros le echaban la culpa a los “mentados waches” que al ver que subía el precio en las ciudades venían hasta la Penínula a llevarse los mejores limones dejando aquí los más feos y haciendo que la escasez del limón signifique una importante alza en los precios del limón. Son pocos los que consideran que es un problema a nivel nacional, la mayoría le echa la culpa al centro o a EU y se identifican como los afectados de un mal ajeno. Algunos reconocen que la poca producción y el alza se debe a la falta de lluvias y que por lo tanto implica que se tenga que pagar a la comisión del agua para que riegue los plantíos.
Curiosamente ya no hay limón en todos los puestos de comida, ha pasado de ser una fruta elemental y que prácticamente pasaba desapercibida, a un tesoro que solamente unos cuantos tienen el privilegio de conservar. Algunos de los comerciantes más informados revelan el mito de la especulación. En pocas palabras se cree que los intermediarios están jugando a esconder la mercancía para hacer creer que el limón hace falta para así poder venderlo más caro y engordar sus bolsillos. Todos hablan del mito de la escasez aunque paradójicamente el mercado está repleto de limones de todos los tamaños. Uno que otro comerciante denunció que el mal de los precios es causado por los intermediarios, los coyotes que van de plantío en plantío arrebatando la producción por unos centavos y enriqueciéndose a costa del sudor campesino. Y en este juego de especulaciones, coyotajes, alzas y bajas los únicos que salen ganando son los intermediarios, mientras que productores, comerciantes y consumidores acabamos jodidos y sin limón. No falta el comerciante vivaracho y consciente que identifica a las grandes cadenas como los grandes especuladores. Un comerciante muy joven e informado al respecto, nos contó bastante indignado que las grandes cadenas como Wal Mart tienen grandes cámaras de refrigeración donde conservan la comida hasta por tres meses. Son ellos quienes saquean a los productores llevándose hectáreas completas en camiones y luego sacan a la venta frutas y verduras muy brillantes y coloridas pero que al final de cuentas tienen solamente un día de vida.
Son muchos los factores que influyen en el mito del sube y baja del limón. Entre que en Michoacán hay un gran abandono del campo por la violencia del país y el cobro de uso de suelo, entre que la plaga del dragón amarillo, que aunque afecta a todos los cítricos ésta vez pareciera haber preferido al limón y solamente al limón, entre que hay sequía, narcos, coyotes, trasnacionales y para ya no hacerla al cuento largo podemos resumirlo en la situación nacional, la mera verdad por lo menos desde mi lente es que los intermediarios se lo llevan todo. Un señor de otro puesto se quejaba de las alzas mientras pelaba unas cebollas, las cuales subieron de $5 el kilo a $20 o $15 en los mejores casos: “Todo sube: la gasolina, los limones, los impuestos. Eso es cosa de la reforma hacendaria” nos decía con lágrimas en los ojos, pero por tanta peladera de cebolla.
Aunque el limón es fundamental en la cocina, sobre todo en los estados que están en la costa para cocinar pescados y mariscos, la realidad es que la compra está disminuyendo y ahora hasta prefieren comprar extractos para remplazar al limón del bueno. Algunos lo combinan, pero la mera verdad pues no es lo mismo. Antes de irnos estuvimos un rato hablando con un señor que solamente vendía limones, en toda la plática se acercaron unos seis o siete clientes, pero ninguno se llevó limones al ver que prácticamente se les iba su salario en un kilito del ahora preciado cítrico que en ocasiones, cuando el kilo llegó a estar a un peso nadie pelaba o por lo menos no nos habíamos percatado de su vitalidad para sazonar la vida de todo mexicano. Y ahora, aunque en Yucatán ya hasta hay autodefensas del limón y toda la cosa, la mera verdad no se sabe qué vaya a pasar con eso. Algunos dicen que todo va a subir así, otros opinan que pronto irá para abajo el precio, pero eso sí, sea como sea, lo vamos a notar en la mesa y con el taco en mano (aunque sea de pura tortilla y sal).
Todo transcurre sin contratiempos como si todo fuera exactamente igual que ayer o que hace una semana o un mes, pero en los mercados de Mérida y de todo el país se ha propagado, casi como un rumor fugaz, que el alza a los precios del limón se debe a la escasez de este tan preciado cítrico que es fundamental para la gastronomía de todo mexicano: los tacos, las tortas, los salbutes, panuchos, sopas, aguas, paletas, mariscos, pescados, elotes, esquites, ceviche, empanizados, frutas con chilito, el coco en la playa, las micheladas, palomas, para el shot de tequila o de mezcal, el pozole... para todo viene bien una rajita de limón. El aumento drástico del precio del limón ha hecho que este gran aliado de la comida mexicana deje un hueco irremplazable en muchos hogares del país, amargando la comida de gran parte de la población y a uno que otro vendedor. Nos internamos en el mercado con el objetivo de saber la opinión de los comerciantes de este fenómeno que aqueja al país entero. Preguntamos un par de precios: 32 pesos, $41, el tramposo $41.90, $35, $42, $30, $40... Muchos de los comerciantes aseguran que el precio del limón siempre sube en esta época, cada año sube un par de pesos del promedio, pues no es época de mucha cosecha por la falta de lluvias, pero ésta vez sí que se ha excedido el precio. Muchos respondían un poco molestos por preguntarles sobre el alza y decían a regañadientes que venían desde Akil, Hunucmá o desde Oxkutzcab y que tenía que pagarse la gasolina (que bastante ha subido), el riego de los terrenos y el salario de los jornaleros. Otros le echaban la culpa a los “mentados waches” que al ver que subía el precio en las ciudades venían hasta la Penínula a llevarse los mejores limones dejando aquí los más feos y haciendo que la escasez del limón signifique una importante alza en los precios del limón. Son pocos los que consideran que es un problema a nivel nacional, la mayoría le echa la culpa al centro o a EU y se identifican como los afectados de un mal ajeno. Algunos reconocen que la poca producción y el alza se debe a la falta de lluvias y que por lo tanto implica que se tenga que pagar a la comisión del agua para que riegue los plantíos.
Curiosamente ya no hay limón en todos los puestos de comida, ha pasado de ser una fruta elemental y que prácticamente pasaba desapercibida, a un tesoro que solamente unos cuantos tienen el privilegio de conservar. Algunos de los comerciantes más informados revelan el mito de la especulación. En pocas palabras se cree que los intermediarios están jugando a esconder la mercancía para hacer creer que el limón hace falta para así poder venderlo más caro y engordar sus bolsillos. Todos hablan del mito de la escasez aunque paradójicamente el mercado está repleto de limones de todos los tamaños. Uno que otro comerciante denunció que el mal de los precios es causado por los intermediarios, los coyotes que van de plantío en plantío arrebatando la producción por unos centavos y enriqueciéndose a costa del sudor campesino. Y en este juego de especulaciones, coyotajes, alzas y bajas los únicos que salen ganando son los intermediarios, mientras que productores, comerciantes y consumidores acabamos jodidos y sin limón. No falta el comerciante vivaracho y consciente que identifica a las grandes cadenas como los grandes especuladores. Un comerciante muy joven e informado al respecto, nos contó bastante indignado que las grandes cadenas como Wal Mart tienen grandes cámaras de refrigeración donde conservan la comida hasta por tres meses. Son ellos quienes saquean a los productores llevándose hectáreas completas en camiones y luego sacan a la venta frutas y verduras muy brillantes y coloridas pero que al final de cuentas tienen solamente un día de vida.
Son muchos los factores que influyen en el mito del sube y baja del limón. Entre que en Michoacán hay un gran abandono del campo por la violencia del país y el cobro de uso de suelo, entre que la plaga del dragón amarillo, que aunque afecta a todos los cítricos ésta vez pareciera haber preferido al limón y solamente al limón, entre que hay sequía, narcos, coyotes, trasnacionales y para ya no hacerla al cuento largo podemos resumirlo en la situación nacional, la mera verdad por lo menos desde mi lente es que los intermediarios se lo llevan todo. Un señor de otro puesto se quejaba de las alzas mientras pelaba unas cebollas, las cuales subieron de $5 el kilo a $20 o $15 en los mejores casos: “Todo sube: la gasolina, los limones, los impuestos. Eso es cosa de la reforma hacendaria” nos decía con lágrimas en los ojos, pero por tanta peladera de cebolla.
Aunque el limón es fundamental en la cocina, sobre todo en los estados que están en la costa para cocinar pescados y mariscos, la realidad es que la compra está disminuyendo y ahora hasta prefieren comprar extractos para remplazar al limón del bueno. Algunos lo combinan, pero la mera verdad pues no es lo mismo. Antes de irnos estuvimos un rato hablando con un señor que solamente vendía limones, en toda la plática se acercaron unos seis o siete clientes, pero ninguno se llevó limones al ver que prácticamente se les iba su salario en un kilito del ahora preciado cítrico que en ocasiones, cuando el kilo llegó a estar a un peso nadie pelaba o por lo menos no nos habíamos percatado de su vitalidad para sazonar la vida de todo mexicano. Y ahora, aunque en Yucatán ya hasta hay autodefensas del limón y toda la cosa, la mera verdad no se sabe qué vaya a pasar con eso. Algunos dicen que todo va a subir así, otros opinan que pronto irá para abajo el precio, pero eso sí, sea como sea, lo vamos a notar en la mesa y con el taco en mano (aunque sea de pura tortilla y sal).
Pásele, pásele… lleve su bolsita de limones por 40 pesitos
Maribel Pacheco Cauich
La semana pasada, un 26 de marzo del 2014, a las 11:50 de la mañana me encontraba adentrándome a un universo tan complejo y profundo, que en una hora resulta imposible conocer y descubrir todo lo que tiene ahí, un lugar en donde se concentran un sinfín de posibilidades para todos los sentidos, los cuales necesitan estar del todo atentos para poder percibir la variedad de sucesos concentrados en un momento, en un lugar, en muchas personas; sí, pues me refiero al misterioso, extraño, pero fascinante mercado, el cual además de ofrecernos su gran variedad de productos, nos ofrece toda una experiencia digna de analizar.
Una vez adentro, nuestros sentidos despiertan para lo que ocurre, hasta para aquellos pequeños detalles que en la regularidad de nuestros días pasamos por desapercibidos. Sentimos olores, entremezclados, algunos deliciosos, algunos desagradables, entre las verduras y las frutas, unos pasos más y las especias, la comida, continúas el camino y entonces la feroz carnicería, las aguas negras, el olor a gente conglomerada, caminamos con cuidado, hacia nuestro destino, para no sentirnos agobiados entre tantas esencias; mientras olemos también escuchamos, como si fueran muchos comerciales televisivos, pero todos en vivo y a color, como un concierto de ofertas, y los vendedores nos cantan los precios para que decidamos aquel que nos gusta más, aquel que nos convenció de ser mejor entre todos ellos, pues tan pronto entras te conviertes en un potencial comprador, y entonces entre las voces y los pasillos te conviertes en la marchanta, en la güerita, ¿qué va a querer mami?, pásele muchachita, pásele preciosa, y la música cambia de un lado a otro, por momentos cumbias o baladas, o quizás canciones sobre Jesús, lo que sea que haga amena la gran jornada del vendedor, y nuestra visita pasajera en sus dominios; a pesar de que en cuanto al sonido, en lugares tan concentrados de gente, podría pensarse un caos, es aquí que el mismo caos, parece estar controlado; y puedes tocar y sentir, o incluso degustar aquello que te cause curiosidad, pero nunca detenerte en algún lugar por más de unos minutos, ya que el tiempo es oro, todo es movimiento, un ir y venir de personas acarreando la mercancía, de gente que va a comprar, ¡háganse a un lado, no roben espacio!.
La mirada nos permite ver, hasta donde nuestros ojos lo puedan hacer, una gran cantidad de gente pasando ante nosotros, muchísimos puestos, miles de productos, y ¿nosotros?, como pequeñas partículas en una inmensidad de opciones.
Mis compañeros y yo, éramos cuatro, nos encontrábamos juntos en un inicio, intrigados por todo lo que sucedía ahí decidimos fijarnos un objetivo, hacia el cual dirigirnos para saber sobre ello y no hallarnos perdidos entre todo lo que podríamos ver; y entonces pensamos sobre la situación actual y la relevancia del aumento de precio del famosísimo limón, lo cual ha causado mucha polémica y mucho flujo de opiniones y qué mejor que averiguar de él que en un sitio como éste, en donde tienes la posibilidad de poder entablar conversaciones con quienes te entregan el producto en las manos, y quienes pueden contarte la historia que hay atrás de ellos y la historia propia, pues son quienes se ven involucrados con aquello que venden, quienes se encargan de comprarlos y tenerlos en su puesto cada mañana desde muy temprano para vender lo más que puedan, oportunidad que las grandes cadenas de supermercados no te ofrecen, en donde solo ves los productos ahí, servidos y a la mano, donde lo que funciona es el autoservicio, donde quienes trabajan lo único que te pueden decir, es el pasillo en dónde encontrar lo que buscas, como si todo lo que encuentras existiera por sí solo, porque es decir, ¿cuándo que un limón en el Wall-mart te cuente su experiencia de aumento de precio?.
Además los mercados representan un lugar que causa mucho debate y opiniones diferentes en cuanto a las grandes cadenas de supermercados, de manera externa, con las personas que creen que los mercados son lugares en donde solamente la gente con pocos recursos acude, que son lugares sucios, y por lo tanto lo que venden ahí no debe ser muy bueno, ni sano y por lo tanto los supermercados serían la mejor opción, dada la cercanía a nuestros hogares actualmente, y que los encontramos en casi todas partes, Bodega Aurrera, Wall-mart, Chedraui, Soriana, por aquí y por allá, siempre alguno cerca de tu hogar, y parecieran ser más limpios, y parecieran vender los mejores productos por precios que te parecen accesibles, creyendo que son los reales, sin saber que son precisamente las grandes cadenas quienes hacen de intermediarios entre productores y vendedores, comprando los productos por precios más bajos y triplicando los costos en sus establecimientos, haciéndonos creer que su producto es “el más fresco” y por lo tanto nuestro kilo de limón debe costar 70 pesos; todo esto es de lo que uno se entera yendo al mercado.
Pero bueno, el que no compre en un supermercado, que arroje la primera piedra; la realidad globalizada en la que vivimos, nos hace casi imposible no acudir a ellos, pues crecemos con la idea de acudir ahí para conseguir lo necesario del día a día, prácticamente todo lo que utilizamos, en cuanto alimentos, higiene personal, electrodomésticos, muebles, maquillaje, ropa, máquinas para hacer ejercicio, juguetes, zapatos, lo que te puedas imaginar, lo compramos en las grandes cadenas de supermercados que se han apoderado de nuestros bolsillos y nos han hecho olvidar a lugares tan magníficos como los mercados, en donde encontramos gran variedad de productos a costos más reales, y resulta un lugar más humano en cuanto presenciar la realidad del día a día de quienes se paran ahí tras sus frutas y verduras a comercializar contigo.
Y entonces caminábamos específicamente en el área de frutas y verduras en busca de los limones, los cuales no estaban presentes en todos los puestos, lo cual era notable, y los precios en cada uno de ellos iban variando, en algunos 30 pesos, en otros 32, 35, hasta 40, 42, los precios iban entre ese rango, nunca más barato que ellos, entonces decidimos comenzar a preguntar de manera casual a los vendedores a fin de saber si ellos conocían la razón del alza de precios y su opinión al respecto, pero nos encontramos con la dificultad de hablar con una persona siendo nosotros cuatro, por lo que luego de haber recorrido unos 15 minutos en conjunto, nos dividimos en parejas lo cual facilitó tener pláticas con los vendedores de limones.
El primer testimonio nos contó desde su opinión y lo que él sabía, que el aumento de precios se debía a la escases, y que cada años normalmente sube su costo, los limones que vendía, eran transportados de Akil, por lo que decía que el transporte, el riego, los terrenos en donde se cultivan, el salario de los jornaleros, todo eso implica muchos gastos por lo que le resulta lógico que suba el precio, pues de algo tiene que salir el dinero para cubrir tantos gastos; varias personas nos daban respuestas parecidas, acerca de que el limón estaba escaso, era notorio entre todas las opiniones, los diferentes casos, entre aquellos que conocían más de la temática, pues parecía habían averiguado más y quienes tenían respuestas más comunes, que van de acuerdo a lo que cualquiera escucha en las noticias, o lo que las mismas personas dicen entre sí.
Continuando el recorrido, me acerqué a un señor y le pregunté el precio de sus limones, y me contestó, 30 pesos el kilo, entonces le pregunté si sabía por qué costaban eso ahora, y me respondió que sí, me contó que él todos los días, muy temprano por la mañana, viaja a Oxkutzcab para comprar limones, ya que es un municipio en donde hay gran producción en Yucatán, por lo que los grandes supermercados llegan a llevarse la mayoría de los limones, los mejores de ellos, para trasportarlos al D.F y a Estados Unidos, y en su opinión, dejan los más pequeños y más feos aquí, que son los que ellos deben comercializar. Me platicó que antes una caja de 17 kilos, que es lo que regularmente compra, costaba alrededor de unos 20 o 30 pesos y que ahora paga por ella, de 700 a 800 pesos. Es normal durante esta época del año la poca producción de limones debido a la falta de lluvias, lo cual en consecuencia requiere que los productores le paguen a la comisión para que riegue los terrenos de cultivo, por lo que en ese caso consideran que está bien el aumento de precio para que puedan pagar los riegos.
Santiago y yo continuamos caminando y nos detuvimos a hablar con un hombre y una mujer, los cuales parecían muy informados acerca de la situación nacional del limón, lo curioso es que al hablar, aquel jóven no me miraba a los ojos, y aquella mujer no miraba a Santiago, tan libres nos platicaban pero era como si solo fuera posible hablar con los iguales; y nos decían, que el problema es la especulación, los grandes intermediarios, que la escasez es normal en la época del año, ¡nunca había subido tanto!, antes estaba a 10 el kilo, o incluso a veces a un peso. Son las grandes cadenas los grandes especuladores, quienes se llevan hectáreas de limones, por precios bajos, siendo los productores y los vendedores de mercados quienes padecen los costos; son esos grandes supermercados quienes compran las frutas y verduras y conservan hasta 3 meses, para luego decir, ¡grandes ofertas!, lleve sus frutas y verduras a precios baratísimos, y entonces al día siguiente éstas ya no sirven, más que para ir al basurero; el narco, el descuido de cultivos, la plaga del dragón amarillo, la situación en Michoacán, los muchos factores que nos dijeron intervienen en nuestros tan queridos limones. Y ¿qué pasa con nuestro ceviche?, ¿nuestros deliciosos mariscos?, ¿nuestros taquitos con limoncito?, y hasta nuestra bolsita de elotes de a 10 que ya ni medio limón incluye.
Y así nos encontramos con variedad de opiniones, ¡es culpa del gobierno!, es normal en el negocio, hay altas y bajas, sube la gasolina, los impuestos, sube todo, la reforma hacendaria, no solamente el limón, la cebolla es otro ejemplo, las compras disminuyen; y si la situación sigue así, entonces en los próximos años hasta el oxígeno nos estarán cobrando.
Una vez adentro, nuestros sentidos despiertan para lo que ocurre, hasta para aquellos pequeños detalles que en la regularidad de nuestros días pasamos por desapercibidos. Sentimos olores, entremezclados, algunos deliciosos, algunos desagradables, entre las verduras y las frutas, unos pasos más y las especias, la comida, continúas el camino y entonces la feroz carnicería, las aguas negras, el olor a gente conglomerada, caminamos con cuidado, hacia nuestro destino, para no sentirnos agobiados entre tantas esencias; mientras olemos también escuchamos, como si fueran muchos comerciales televisivos, pero todos en vivo y a color, como un concierto de ofertas, y los vendedores nos cantan los precios para que decidamos aquel que nos gusta más, aquel que nos convenció de ser mejor entre todos ellos, pues tan pronto entras te conviertes en un potencial comprador, y entonces entre las voces y los pasillos te conviertes en la marchanta, en la güerita, ¿qué va a querer mami?, pásele muchachita, pásele preciosa, y la música cambia de un lado a otro, por momentos cumbias o baladas, o quizás canciones sobre Jesús, lo que sea que haga amena la gran jornada del vendedor, y nuestra visita pasajera en sus dominios; a pesar de que en cuanto al sonido, en lugares tan concentrados de gente, podría pensarse un caos, es aquí que el mismo caos, parece estar controlado; y puedes tocar y sentir, o incluso degustar aquello que te cause curiosidad, pero nunca detenerte en algún lugar por más de unos minutos, ya que el tiempo es oro, todo es movimiento, un ir y venir de personas acarreando la mercancía, de gente que va a comprar, ¡háganse a un lado, no roben espacio!.
La mirada nos permite ver, hasta donde nuestros ojos lo puedan hacer, una gran cantidad de gente pasando ante nosotros, muchísimos puestos, miles de productos, y ¿nosotros?, como pequeñas partículas en una inmensidad de opciones.
Mis compañeros y yo, éramos cuatro, nos encontrábamos juntos en un inicio, intrigados por todo lo que sucedía ahí decidimos fijarnos un objetivo, hacia el cual dirigirnos para saber sobre ello y no hallarnos perdidos entre todo lo que podríamos ver; y entonces pensamos sobre la situación actual y la relevancia del aumento de precio del famosísimo limón, lo cual ha causado mucha polémica y mucho flujo de opiniones y qué mejor que averiguar de él que en un sitio como éste, en donde tienes la posibilidad de poder entablar conversaciones con quienes te entregan el producto en las manos, y quienes pueden contarte la historia que hay atrás de ellos y la historia propia, pues son quienes se ven involucrados con aquello que venden, quienes se encargan de comprarlos y tenerlos en su puesto cada mañana desde muy temprano para vender lo más que puedan, oportunidad que las grandes cadenas de supermercados no te ofrecen, en donde solo ves los productos ahí, servidos y a la mano, donde lo que funciona es el autoservicio, donde quienes trabajan lo único que te pueden decir, es el pasillo en dónde encontrar lo que buscas, como si todo lo que encuentras existiera por sí solo, porque es decir, ¿cuándo que un limón en el Wall-mart te cuente su experiencia de aumento de precio?.
Además los mercados representan un lugar que causa mucho debate y opiniones diferentes en cuanto a las grandes cadenas de supermercados, de manera externa, con las personas que creen que los mercados son lugares en donde solamente la gente con pocos recursos acude, que son lugares sucios, y por lo tanto lo que venden ahí no debe ser muy bueno, ni sano y por lo tanto los supermercados serían la mejor opción, dada la cercanía a nuestros hogares actualmente, y que los encontramos en casi todas partes, Bodega Aurrera, Wall-mart, Chedraui, Soriana, por aquí y por allá, siempre alguno cerca de tu hogar, y parecieran ser más limpios, y parecieran vender los mejores productos por precios que te parecen accesibles, creyendo que son los reales, sin saber que son precisamente las grandes cadenas quienes hacen de intermediarios entre productores y vendedores, comprando los productos por precios más bajos y triplicando los costos en sus establecimientos, haciéndonos creer que su producto es “el más fresco” y por lo tanto nuestro kilo de limón debe costar 70 pesos; todo esto es de lo que uno se entera yendo al mercado.
Pero bueno, el que no compre en un supermercado, que arroje la primera piedra; la realidad globalizada en la que vivimos, nos hace casi imposible no acudir a ellos, pues crecemos con la idea de acudir ahí para conseguir lo necesario del día a día, prácticamente todo lo que utilizamos, en cuanto alimentos, higiene personal, electrodomésticos, muebles, maquillaje, ropa, máquinas para hacer ejercicio, juguetes, zapatos, lo que te puedas imaginar, lo compramos en las grandes cadenas de supermercados que se han apoderado de nuestros bolsillos y nos han hecho olvidar a lugares tan magníficos como los mercados, en donde encontramos gran variedad de productos a costos más reales, y resulta un lugar más humano en cuanto presenciar la realidad del día a día de quienes se paran ahí tras sus frutas y verduras a comercializar contigo.
Y entonces caminábamos específicamente en el área de frutas y verduras en busca de los limones, los cuales no estaban presentes en todos los puestos, lo cual era notable, y los precios en cada uno de ellos iban variando, en algunos 30 pesos, en otros 32, 35, hasta 40, 42, los precios iban entre ese rango, nunca más barato que ellos, entonces decidimos comenzar a preguntar de manera casual a los vendedores a fin de saber si ellos conocían la razón del alza de precios y su opinión al respecto, pero nos encontramos con la dificultad de hablar con una persona siendo nosotros cuatro, por lo que luego de haber recorrido unos 15 minutos en conjunto, nos dividimos en parejas lo cual facilitó tener pláticas con los vendedores de limones.
El primer testimonio nos contó desde su opinión y lo que él sabía, que el aumento de precios se debía a la escases, y que cada años normalmente sube su costo, los limones que vendía, eran transportados de Akil, por lo que decía que el transporte, el riego, los terrenos en donde se cultivan, el salario de los jornaleros, todo eso implica muchos gastos por lo que le resulta lógico que suba el precio, pues de algo tiene que salir el dinero para cubrir tantos gastos; varias personas nos daban respuestas parecidas, acerca de que el limón estaba escaso, era notorio entre todas las opiniones, los diferentes casos, entre aquellos que conocían más de la temática, pues parecía habían averiguado más y quienes tenían respuestas más comunes, que van de acuerdo a lo que cualquiera escucha en las noticias, o lo que las mismas personas dicen entre sí.
Continuando el recorrido, me acerqué a un señor y le pregunté el precio de sus limones, y me contestó, 30 pesos el kilo, entonces le pregunté si sabía por qué costaban eso ahora, y me respondió que sí, me contó que él todos los días, muy temprano por la mañana, viaja a Oxkutzcab para comprar limones, ya que es un municipio en donde hay gran producción en Yucatán, por lo que los grandes supermercados llegan a llevarse la mayoría de los limones, los mejores de ellos, para trasportarlos al D.F y a Estados Unidos, y en su opinión, dejan los más pequeños y más feos aquí, que son los que ellos deben comercializar. Me platicó que antes una caja de 17 kilos, que es lo que regularmente compra, costaba alrededor de unos 20 o 30 pesos y que ahora paga por ella, de 700 a 800 pesos. Es normal durante esta época del año la poca producción de limones debido a la falta de lluvias, lo cual en consecuencia requiere que los productores le paguen a la comisión para que riegue los terrenos de cultivo, por lo que en ese caso consideran que está bien el aumento de precio para que puedan pagar los riegos.
Santiago y yo continuamos caminando y nos detuvimos a hablar con un hombre y una mujer, los cuales parecían muy informados acerca de la situación nacional del limón, lo curioso es que al hablar, aquel jóven no me miraba a los ojos, y aquella mujer no miraba a Santiago, tan libres nos platicaban pero era como si solo fuera posible hablar con los iguales; y nos decían, que el problema es la especulación, los grandes intermediarios, que la escasez es normal en la época del año, ¡nunca había subido tanto!, antes estaba a 10 el kilo, o incluso a veces a un peso. Son las grandes cadenas los grandes especuladores, quienes se llevan hectáreas de limones, por precios bajos, siendo los productores y los vendedores de mercados quienes padecen los costos; son esos grandes supermercados quienes compran las frutas y verduras y conservan hasta 3 meses, para luego decir, ¡grandes ofertas!, lleve sus frutas y verduras a precios baratísimos, y entonces al día siguiente éstas ya no sirven, más que para ir al basurero; el narco, el descuido de cultivos, la plaga del dragón amarillo, la situación en Michoacán, los muchos factores que nos dijeron intervienen en nuestros tan queridos limones. Y ¿qué pasa con nuestro ceviche?, ¿nuestros deliciosos mariscos?, ¿nuestros taquitos con limoncito?, y hasta nuestra bolsita de elotes de a 10 que ya ni medio limón incluye.
Y así nos encontramos con variedad de opiniones, ¡es culpa del gobierno!, es normal en el negocio, hay altas y bajas, sube la gasolina, los impuestos, sube todo, la reforma hacendaria, no solamente el limón, la cebolla es otro ejemplo, las compras disminuyen; y si la situación sigue así, entonces en los próximos años hasta el oxígeno nos estarán cobrando.
El templo de la vendimia popular; una mañana en el mercado
Alejandra Guzmán
“En el mercado de San Benito, entre huayas y pitahayas,
se conoce toda la gente, y se agarran a pedradas,
entre todo ese Moloch, se encuentran las venteras,
que no son reporteras, pero para el chismes ¡están bien buenas!”
se conoce toda la gente, y se agarran a pedradas,
entre todo ese Moloch, se encuentran las venteras,
que no son reporteras, pero para el chismes ¡están bien buenas!”
México y sus mercados no tienen igual. Ir al mercado implica una experiencia sensorial de lo más grata. Sonidos, aromas y una explosión de colores invaden el ambiente a cada paso que damos y nos vamos adentrando. Letreros de colores llamativos, cartones con frases escritas como: “Aproveche” “oferta, sólo hoy” “3x10” etc. El público que converge en este lugar es de lo más variado, amas de casa, señoras y señores, niños cargando costales, jóvenes y no tan jóvenes, comprando, vendiendo o nomás mirando.
Cada puesto es un micromundo, desde las mestizas en el piso con sus huacales apilados, abanicándose con una hoja y haciendo como que espantan las moscas con otra, hasta los grandes locales y sus cajas registradoras imitando a los supermercados. El mercado de vendedores y revendedores está a la orden del día, mayoristas y menudistas, y no falta aquel regateador empedernido que dice: “¿Cómo va a ser? Si yo soy cliente, hazme una rebajita”.
En este templo de la vendimia, todo se puede encontrar, no sólo la fruta y la verdura “más fresca y de calidad”, las mestizas todas en fila alegres y regordetas, ofreciendo su mercancía: rojos rábanos, caimitos maduros, huaya pelada, se puede oler el verde de su cilantro y escucharlas en maya algo contar.
Puestos multicolores, el morado de la cebolla, el verde, rojo, naranja de los habaneros, el blanco de los ajos, aguacates yucatecos enormes, manzanas amarillas, peras verdes, todo acomodado de la manera más atractiva para llamar la atención del cliente.
Escenario con múltiples actores, el típico diablero y su cargamento, abriéndose paso entre la multitud: “Viene, viene, viene, permisito por favor, no la vaya a golpear”. Uno que otro limosnero, pidiendo “una caridad”, los inspectores de cachucha, paseándose entre los puestos “verificando” que todo esté en el lugar que tiene que estar.
Más adentro se encuentran las carnicerías, a metros de distancia el olor a sangre y vísceras ya nos da la bienvenida, cabezas de puerco gigantes colgadas de ganchos, cabezas de bovinos como trofeos, los carniceros que parecen sacados de una película de terror, con sus batas blancas ensangrentadas y afilando sus cuchillos, manipulando sesos y rebanando el mondongo. Lo siguiente es el pasillo aviar, gallinas y pavos pendiendo de un hijo, “escójale bonita, ¿Cuál le damos?”
No sólo animales muertos, también vivos, o medios vivos, encerrados en jaulas, pollitos y codornices a “veinte pesitos”, cachorros mirando con tristeza tras las rejas. Alimento en costales para todo tipo de mascotas, aves, perros gatos y a su lado cereales para humanos “fruti lupis” y “Korn fleiks” a granel.
La música no puede faltar, cada pasillo tiene su propia oferta musical y para todos gustos hay, que si el reggaetón, la cumbia, y hasta música eclesiástica ¿a quién se le ocurrió “el cordero de Dios” versión banda?, sigue caminando y más allá un señor tocando su teclado e intentando sacar su más melodiosa voz, mandando saludos, haciendo publicidad de cada local y echándose uno que otro bailesito.
El mercado nos deleita con sus restaurantes de comida regional, los panuchos, tamalitos, pescado, salbutes, pero eso sí, haciendo presunción de su “internacionalidad” su nueva y novedosa cocina cantonesa, y por supuesto, en el área de la ropa y decoración, no hay que olvidar su variedad de productos importados “Made in China”.
Sin duda cada día es una nueva oportunidad, la vida aquí empieza desde antes que el sol salga, la mercancía llega, hay que descargar los camiones, bajar los huacales de fruta y hay que estar listos para que el negociante encuentre todo a la perfección.
Doña Mercy, ella viene desde muy temprano al mercado a trabajar, su día empieza a las 3:30 de la mañana, para alistarse, guardar su mercancía y lograr venir desde su pueblo, en el camión que parte a las 4:30 am y llega a Mérida a las 6:00 am. Trabajando de lunes a sábado, y muchos podríamos pensar que el domingo no viene porque va a descansar, cuando en realidad no viene, porque no hay camión a Mérida los domingos, ¡qué barbaridad! ¿Cuántas historias más hay así? ¿Cuántas historias de sacrificio hay detrás de cada comerciante en los mercados Lucas de Gálvez y San Benito? Semblanzas de personas trabajadoras, cuyo esfuerzo pocas veces es reconocido.
Ya a la salida, las personas van caminando con sus bolsas de mandado, sus “sabucanes” repletos de la despensa para la semana, se dirigen al estacionamiento, o bien, a sus respectivas paradas de camión, y preparándose, para una próxima visita a este comercio local.
Cada puesto es un micromundo, desde las mestizas en el piso con sus huacales apilados, abanicándose con una hoja y haciendo como que espantan las moscas con otra, hasta los grandes locales y sus cajas registradoras imitando a los supermercados. El mercado de vendedores y revendedores está a la orden del día, mayoristas y menudistas, y no falta aquel regateador empedernido que dice: “¿Cómo va a ser? Si yo soy cliente, hazme una rebajita”.
En este templo de la vendimia, todo se puede encontrar, no sólo la fruta y la verdura “más fresca y de calidad”, las mestizas todas en fila alegres y regordetas, ofreciendo su mercancía: rojos rábanos, caimitos maduros, huaya pelada, se puede oler el verde de su cilantro y escucharlas en maya algo contar.
Puestos multicolores, el morado de la cebolla, el verde, rojo, naranja de los habaneros, el blanco de los ajos, aguacates yucatecos enormes, manzanas amarillas, peras verdes, todo acomodado de la manera más atractiva para llamar la atención del cliente.
Escenario con múltiples actores, el típico diablero y su cargamento, abriéndose paso entre la multitud: “Viene, viene, viene, permisito por favor, no la vaya a golpear”. Uno que otro limosnero, pidiendo “una caridad”, los inspectores de cachucha, paseándose entre los puestos “verificando” que todo esté en el lugar que tiene que estar.
Más adentro se encuentran las carnicerías, a metros de distancia el olor a sangre y vísceras ya nos da la bienvenida, cabezas de puerco gigantes colgadas de ganchos, cabezas de bovinos como trofeos, los carniceros que parecen sacados de una película de terror, con sus batas blancas ensangrentadas y afilando sus cuchillos, manipulando sesos y rebanando el mondongo. Lo siguiente es el pasillo aviar, gallinas y pavos pendiendo de un hijo, “escójale bonita, ¿Cuál le damos?”
No sólo animales muertos, también vivos, o medios vivos, encerrados en jaulas, pollitos y codornices a “veinte pesitos”, cachorros mirando con tristeza tras las rejas. Alimento en costales para todo tipo de mascotas, aves, perros gatos y a su lado cereales para humanos “fruti lupis” y “Korn fleiks” a granel.
La música no puede faltar, cada pasillo tiene su propia oferta musical y para todos gustos hay, que si el reggaetón, la cumbia, y hasta música eclesiástica ¿a quién se le ocurrió “el cordero de Dios” versión banda?, sigue caminando y más allá un señor tocando su teclado e intentando sacar su más melodiosa voz, mandando saludos, haciendo publicidad de cada local y echándose uno que otro bailesito.
El mercado nos deleita con sus restaurantes de comida regional, los panuchos, tamalitos, pescado, salbutes, pero eso sí, haciendo presunción de su “internacionalidad” su nueva y novedosa cocina cantonesa, y por supuesto, en el área de la ropa y decoración, no hay que olvidar su variedad de productos importados “Made in China”.
Sin duda cada día es una nueva oportunidad, la vida aquí empieza desde antes que el sol salga, la mercancía llega, hay que descargar los camiones, bajar los huacales de fruta y hay que estar listos para que el negociante encuentre todo a la perfección.
Doña Mercy, ella viene desde muy temprano al mercado a trabajar, su día empieza a las 3:30 de la mañana, para alistarse, guardar su mercancía y lograr venir desde su pueblo, en el camión que parte a las 4:30 am y llega a Mérida a las 6:00 am. Trabajando de lunes a sábado, y muchos podríamos pensar que el domingo no viene porque va a descansar, cuando en realidad no viene, porque no hay camión a Mérida los domingos, ¡qué barbaridad! ¿Cuántas historias más hay así? ¿Cuántas historias de sacrificio hay detrás de cada comerciante en los mercados Lucas de Gálvez y San Benito? Semblanzas de personas trabajadoras, cuyo esfuerzo pocas veces es reconocido.
Ya a la salida, las personas van caminando con sus bolsas de mandado, sus “sabucanes” repletos de la despensa para la semana, se dirigen al estacionamiento, o bien, a sus respectivas paradas de camión, y preparándose, para una próxima visita a este comercio local.
Crónica, un día en el mercado
Méndez Aguirre Isis Tlanezi
Para nuestra clase de Expresiones y registros de la diversidad cultural, nuestra profesora nos pidió elaborar una crónica, para eso la actividad programada fue ir al mercado a observar el entorno, sinceramente yo todavía no sabía en qué iba a enfocar mi atención, supongo que en el transcurso del recorrido lo iba a encontrar, y ¡valla que así sucedió!
Nos encaminamos Maribel, Ale, Santiago y yo, así es que bueno ya estando ahí nuestra luz perspectiva se prendió, lo primero que llamó mi atención fueron unos perros enjaulados, “pobrecitos perros”, dijo Ale, “eso sí que rompe mi corazón” contestó Maribel, y es que bueno como no, pienso yo, rodeados de caca por todos lados por que los dueños no lo han limpiado y enjaulados, esta cabrón, qué onda con que los perros pasen a ser propiedad de alguien y lo peor de todo que se vuelva un producto más para vender. No puedo creer que hasta eso se ha comercializado, hasta donde ha llegado la fuerza del capital.
En fin, cruzamos la calle y nos metimos al mercado, de repente sentí miradas por todos lados, “hazte a un lado”, “con permiso por favor”, gente pasando por aquí y por allá, te tienes que dejar fluir y caminar, no puedes pararte o vas a estorbar, antes te tienes que fijar es un tumulto de gente con la cual puedes chocar.
Seguí caminando, observando mi alrededor, sentí la mirada de los vendedores a cada paso que dí, no faltó el que me gritara ¡qué guapa! O –güerita pase por aquí- un chiflido por allá o murmuros resonar, cosas más fuertes prefiero no mencionar, ya sabes intentas no concentrarte en eso y voltear a ver algo más.
Todo era muy colorido, lleno de frutas y verduras que adornaban el lugar, Santi y Marita se paraban a cada rato con lo de los limones para preguntar por qué había subido el limón, mientras yo y Ale veníamos viendo el alrededor, de un momento a otro perdimos a Santi y Maribel, nos regresamos para ver si los veíamos, pero no se veía rastro de a donde habían ido, así es que Ale yo seguimos nuestro camino, veníamos saliendo de un lugar donde llegaban los camiones a descargar, había sido mi idea entrar ahí, entonces le pregunté a Ale tu a ¿dónde quieres ir? Salimos de esa parte del mercado y me dijo que quería ir con las mestizas, nos paramos enfrente de ellas y decidimos a cual nos íbamos a acercar, Ale quería con ellas platicar, pero me dijo que muchas veces ellas no quieren hablar entonces lo tenías que hacer de la manera más natural, nos acercamos y les hizo unas preguntas, ¿cuánto tiempo llevas trabajando aquí? ¿Tienes permiso para trabajar aquí?, de ¿dónde eres? ¿a qué hora empiezas a trabajar? La señora súper amable contestó todas las preguntas y nos contó un poco sobre su vida que seguramente Ale les va a contar, compró una bolsa de perejil y nos fuimos de ahí.
Seguimos caminando, nos metimos por un pasillo donde vendían muchos tenis, ahora que lo pienso en ese momento inconscientemente yo venía dirigiendo, sólo una vez en mi vida había estado en ese mercado, había ido a la parte de las carnes y me había quedado todo el día traumada, no me gustó nada ese lugar, sin embargo mis pasos se estaban dirigiendo para allá, no sé qué fuerza interior me llevó, no conocía bien ese camino por el que llegamos, pero de repente ahí estábamos rodeadas de cadáveres de animales, todo era sangre y cuchillos, todo se volvió rojo, pieles colgadas, cerdos y pollos, un olor a muerto impregnaba el lugar, tomé a Ale del brazo y la comencé a apachurrar, tenía muchas ganas de vomitar, las personas que atendían me decían pasen por aquí, que va a llevar, caminé unos pasos intentando vencer el asco, pollos colgados con los huevos de fuera, cabezas de cerdo, el filo de los cuchillos despedazando la carne, no puedo más, mi corazón va a estallar, necesito salir de ahí, -Isis me estás apretando demasiado fuerte el brazo-, reprochó Ale, salimos, ya nada era igual, si antes cuando recién había entrado al mercado todo lo veía bonito, lleno de colores y a pesar de los alaridos de los hombres yo les sonreía a las mujeres, todo había cambiado, seguramente mi cara estaba blanca de espanto, mis energías se me bajaron, salí de aquel lugar destrozada, me sentía muy mal, era muy evidente el cambio que sufrí en mi actitud que tenía al llegar y al salir de ahí, me sentía fatal.
Caminamos rumbo a la escuela de regreso, mi mundo se me había caído, no podía platicar, estaba muda, aterrorizada, unas cuadras antes de llegar a la escuela, Ale y yo vimos a un chavo que llevaba un hielo en un diablito lo traía desde el mercado San Benito, por calles súper sucias, llenas de charcos, con mucha mugre por todos lados, le pregunté a Ale ¿qué crees que vaya a hacer con ese hielo?, no se pregúntale, me dijo, entonces nos acercamos, y le dije oye amigo, disculpa, ¿Qué vas a hacer con el hielo? ¿Por qué?, me respondió, no madamas me gustaría saber, le dije, y me dijo cortándolo y tomándolo con las manos súper sucias y con un pie recargándolo para sostenerlo, pues se lo vendemos a las cervecerías y a las aguas de la zona, es lo que te ponen de hielo cuando vas a un botanero, chale no lo puedo creer, una decepción más, ¡no puede ser!
Nos encaminamos Maribel, Ale, Santiago y yo, así es que bueno ya estando ahí nuestra luz perspectiva se prendió, lo primero que llamó mi atención fueron unos perros enjaulados, “pobrecitos perros”, dijo Ale, “eso sí que rompe mi corazón” contestó Maribel, y es que bueno como no, pienso yo, rodeados de caca por todos lados por que los dueños no lo han limpiado y enjaulados, esta cabrón, qué onda con que los perros pasen a ser propiedad de alguien y lo peor de todo que se vuelva un producto más para vender. No puedo creer que hasta eso se ha comercializado, hasta donde ha llegado la fuerza del capital.
En fin, cruzamos la calle y nos metimos al mercado, de repente sentí miradas por todos lados, “hazte a un lado”, “con permiso por favor”, gente pasando por aquí y por allá, te tienes que dejar fluir y caminar, no puedes pararte o vas a estorbar, antes te tienes que fijar es un tumulto de gente con la cual puedes chocar.
Seguí caminando, observando mi alrededor, sentí la mirada de los vendedores a cada paso que dí, no faltó el que me gritara ¡qué guapa! O –güerita pase por aquí- un chiflido por allá o murmuros resonar, cosas más fuertes prefiero no mencionar, ya sabes intentas no concentrarte en eso y voltear a ver algo más.
Todo era muy colorido, lleno de frutas y verduras que adornaban el lugar, Santi y Marita se paraban a cada rato con lo de los limones para preguntar por qué había subido el limón, mientras yo y Ale veníamos viendo el alrededor, de un momento a otro perdimos a Santi y Maribel, nos regresamos para ver si los veíamos, pero no se veía rastro de a donde habían ido, así es que Ale yo seguimos nuestro camino, veníamos saliendo de un lugar donde llegaban los camiones a descargar, había sido mi idea entrar ahí, entonces le pregunté a Ale tu a ¿dónde quieres ir? Salimos de esa parte del mercado y me dijo que quería ir con las mestizas, nos paramos enfrente de ellas y decidimos a cual nos íbamos a acercar, Ale quería con ellas platicar, pero me dijo que muchas veces ellas no quieren hablar entonces lo tenías que hacer de la manera más natural, nos acercamos y les hizo unas preguntas, ¿cuánto tiempo llevas trabajando aquí? ¿Tienes permiso para trabajar aquí?, de ¿dónde eres? ¿a qué hora empiezas a trabajar? La señora súper amable contestó todas las preguntas y nos contó un poco sobre su vida que seguramente Ale les va a contar, compró una bolsa de perejil y nos fuimos de ahí.
Seguimos caminando, nos metimos por un pasillo donde vendían muchos tenis, ahora que lo pienso en ese momento inconscientemente yo venía dirigiendo, sólo una vez en mi vida había estado en ese mercado, había ido a la parte de las carnes y me había quedado todo el día traumada, no me gustó nada ese lugar, sin embargo mis pasos se estaban dirigiendo para allá, no sé qué fuerza interior me llevó, no conocía bien ese camino por el que llegamos, pero de repente ahí estábamos rodeadas de cadáveres de animales, todo era sangre y cuchillos, todo se volvió rojo, pieles colgadas, cerdos y pollos, un olor a muerto impregnaba el lugar, tomé a Ale del brazo y la comencé a apachurrar, tenía muchas ganas de vomitar, las personas que atendían me decían pasen por aquí, que va a llevar, caminé unos pasos intentando vencer el asco, pollos colgados con los huevos de fuera, cabezas de cerdo, el filo de los cuchillos despedazando la carne, no puedo más, mi corazón va a estallar, necesito salir de ahí, -Isis me estás apretando demasiado fuerte el brazo-, reprochó Ale, salimos, ya nada era igual, si antes cuando recién había entrado al mercado todo lo veía bonito, lleno de colores y a pesar de los alaridos de los hombres yo les sonreía a las mujeres, todo había cambiado, seguramente mi cara estaba blanca de espanto, mis energías se me bajaron, salí de aquel lugar destrozada, me sentía muy mal, era muy evidente el cambio que sufrí en mi actitud que tenía al llegar y al salir de ahí, me sentía fatal.
Caminamos rumbo a la escuela de regreso, mi mundo se me había caído, no podía platicar, estaba muda, aterrorizada, unas cuadras antes de llegar a la escuela, Ale y yo vimos a un chavo que llevaba un hielo en un diablito lo traía desde el mercado San Benito, por calles súper sucias, llenas de charcos, con mucha mugre por todos lados, le pregunté a Ale ¿qué crees que vaya a hacer con ese hielo?, no se pregúntale, me dijo, entonces nos acercamos, y le dije oye amigo, disculpa, ¿Qué vas a hacer con el hielo? ¿Por qué?, me respondió, no madamas me gustaría saber, le dije, y me dijo cortándolo y tomándolo con las manos súper sucias y con un pie recargándolo para sostenerlo, pues se lo vendemos a las cervecerías y a las aguas de la zona, es lo que te ponen de hielo cuando vas a un botanero, chale no lo puedo creer, una decepción más, ¡no puede ser!