COLABORACIONES
Crónicas de caravana: La Realidad
Rodrigo Ramos Xochiteotzin
Mayo 2014
Atención: Lo que están por leer es un acontecimiento sucedido el pasado sábado 24 de Mayo del 2014, en La Realidad, Chiapas, México. Puede que haya hechos omitidos involuntariamente, sucedieron unas cosas entre líneas, sin embargo, pretendía plasmar lo más importante y breve posible. Todo esto, desde la percepción de mi persona, pueden comparar información con otros medios alternativos y personas para hacerse de su opinión, ya que no quiero que se tergiverse la información ni pretendo ofender.
Después de un largo viaje en caravana, día y medio aproximadamente, íbamos bajando curvas de terracería entre las montañas y la selva de Chiapas, en el horizonte solo se veía montañas y niebla -la naturaleza realmente imponente-, entre éstas se alcanza a distinguir una comunidad pequeña, humilde, en resistencia: La Realidad.
Las camionetas de redilas avanzaban y nosotros contemplábamos el paisaje y la comunidad, poco a poco nos acercamos, entramos a la comunidad y a nuestro alrededor habían personas, pero no eran sólo personas, eran zapatistas, las bases de apoyo nos observaban con seriedad mientras pasábamos por el camino. El ambiente se sentía tenso. Algunxs con el rostro descubierto, gallinas dispersas, con sus pequeños polluelos siguiéndolas, perros vagando entre las casas, algunos puercos. En una casa, había un hombre con un machete en mano, serio. Seguimos avanzando hasta detenernos, los compas nos indicaron que bajáramos de las camionetas de redilas con nuestro respectivo equipaje para formarnos y entrar al Caracol, a nuestros lados habían casas y zapatistas siempre en vigilia de nuestros movimientos y palabras. Los recién llegados poco a poco nos formamos, estuvimos cerca de tres horas esperando para entrar, ya que tenían que registrar a cada uno de los individuos –y colectivos- de la caravana, éramos 800 o quizá más. En ese lapso de tiempo, convivimos mientras comíamos. Yo venía con dos compañeros –Ana y Darío- del colectivo del que formo parte: La Magdalena.
Hice trueque con unos compañeros, tenían sandía y me dieron un pedazo a cambio de algunas palanquetas y alegrías, ese cacho de sandía lo partí en pedazos más pequeños para compartir.
Varios perros de los que estaban deambulando por ahí estaban muy flacos, algunos enfermos, unos cachorros corriendo y haciendo popó. Como un compañero de camión dijo, son el último eslabón de la familia, después de recibir ellos alimento, si alcanzaban, comían los caninos.
De pronto llovía unos pocos minutos y regresaba el fuerte sol. La fila disminuía pues muchos ya habían sido registrados, ahí con los datos nos daban un gafete para identificarnos. Para ir a orinar o lo que tuvieran que hacer, tenían que caminar a unas letrinas de madera, posadas en el suelo donde había un hoyo, ahí hacías tus necesidades y echabas el papel al mismo lugar, las letrinas eran separadas por plástico negro, del que se usa para bolsas de basura, no eran muy altos, así que al entrar de todas formas se veía una parte de tu cuerpo –o no me supe acomodar-. Para lavarte las manos caminabas al río cerca de ahí, podías aprovechar para refrescarte el rostro. El agua era clara, no era muy profundo en la orilla, naturalmente, podías ver piedras de distintos tamaños, también pequeños caracoles.
Después de que todxs pasamos el registro, siendo los últimos los que llegaron en coches particulares, pasamos al Caracol, era un espacio al que, al entrar, a tus lados tenías una pequeña caseta de vigilancia y otros inmuebles, algunos pintados hermosamente. Al lado se hallaba un pequeño auditorio sosteniendo por varias columnas de madera, un techo de lámina. Ahí había varias filas de bancas de madera donde nosotrxs, la sociedad civil, nos distribuimos. Frente a nosotrxs estaba una cancha de basketball de concreto, en las cestas las tablas estaban pintadas de negro con una estrella roja en el centro, que por cierto estaba resguardado por una cadena de milicianos, inmóviles. Después de la cancha estaba un templete cubierto por un techo de lámina igualmente apoyado sobre ocho columnas de madera. En los extremos habían algunas bocinas apiladas una sobre otra, en la pared del fondo se encontraban colocadas varias mantas con consignas y una fotografía grande del compañero asesinado: Galeano.
“Alto a la guerra en contra del EZLN” decía la central.
Nosotrxs, sentados y conversando, descansando del largo viaje, esperábamos, cuando de pronto muchos compas zapatistas, hombres, mujeres, jóvenes y niños, comenzaron a correr llenando paulatinamente la cancha, eran las bases de apoyo. En su mayoría cubiertos con pasamontañas o paliacates rojos. Alguno estaba coordinando dando indicaciones -me parece que era el ComandanteTacho- de cómo iban a distribuirse las bases de apoyo. Todo esto nos alarmó a todxs, poniéndonos de pie lo más cerca posible de la cancha, sin salirnos del techo de lámina, lxs que no alcanzamos a ver lo que sucedía, ya que la gente se aglomeró detrás de los medios libres, nos paramos sobre las bancas.
Alrededor de la cancha había una cadena de milicianos del EZLN. Estaban vestidos con botas oscuras en su mayoría de hule o quién sabe de qué material, los pantalones de color verde olivo, en sí, distintas gamas de verde, alguno también llevaba café. Noté que en el cinturón tenían un garrote de madera, con forma cilíndrica del lado izquierdo, unos con un radio del lado derecho. Tenían camisas café, fajadas dentro del pantalón. A la altura de la corbata tenían amarrado un paliacate rojo. Todos con un pasamontañas y una gorra/boina verde.
Continuaron saliendo zapatistas, tanto bases de apoyo como milicianos. Éstos retrocedieron hasta estar frente a las bases de apoyo, formaron una fila. Hombro con hombro. Olvidé mencionar que tenían dos listones. Uno negro debajo del hombro izquierdo y uno rosa a la altura del corazón –posteriormente supe que era por el Caracol del que venían, así que había cinco colores distintos-. Muchas mujeres iban con sus faldas y vestidos de colores, me parece que eran de un Caracol en específico, con sus bebés en brazos, quienes lloraban y callaban al ser amamantados. Los niños y niñas, serios, también en formación.
Empezó a sonar una canción al fondo, “Latinoamérica de Calle 13”. Ya que todxs estaban formados, Tacho dio algunas órdenes a los milicianos, en ese momento todos se pusieron un parche en el ojo derecho, marcaban el paso en su lugar, sacaron el garrote y lo sostuvieron con su brazo derecho, entrelazaron sus brazos. Al sonar otras indicaciones bajaron la cabeza, luego que la movieran al lado izquierdo, al derecho, arriba. Al centro, nos mirábamos de frente. Empezaron a marchar lentamente hacia nosotrxs.
Mientras todo esto sucedía, mi corazón latía muy rápido, era una mezcla de sentimientos, emoción, nostalgia; en realidad no sé ni cómo describirlo. Mi mandíbula comenzó a temblar involuntariamente, sin darme cuenta comencé a derramar lágrimas. Eran rojas y negras.
Nada de esto se detenía y los medios libres, al tanto de todo, tomaban fotos. Un suspiro colectivo se escuchó alrededor. Apareció por el lado derecho, el Subcomandante Insurgente Marcos, sobre un caballo café claro, con su pasamontañas y su boina, su pistola bien fajada, en la espalda portaba un machete, humeando su pipa de tabaco mientras cabalgaba hábilmente en círculo. En su ojo derecho tenía un parche, con el símbolo del cráneo que suelen usar los piratas, estaba todo vestido de negro, en la mano izquierda un guante con fondo negro y en los dedos se distinguían los huesos, formando así una mano esquelética –todo aquí lo dejo a la libre interpretación del lector-. Una aparición pública, después de tiempo y los rumores de su muerte y enfermedad; más y más fotos eran tomadas. El Subcomandante levantó el puño izquierdo y varixs compañerxs hicieron lo mismo –pensé en hacerlo, cosa que evité-, en ese momento levantó el dedo medio, parecía molesto, hacia nosotros, causando algunas risas entre el público, polémico momento.
“Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, y de nuevo estoy aquí“
Ignoraba hasta hace unos momentos que esto que vivimos es ya parte de la historia, incluso esto llamado tinta, que sale de mi pluma, está poniendo un pequeño y humilde ladrillo en la gran muralla histórica, sin un inicio visible y con un final tan distante, tan cercano.
Ya que las miradas estaban sobre Marcos, no me di cuenta en qué momento llegaron otros siete jinetes zapatistas de lado izquierdo del patio, era la comandancia. Cabalgando hábilmente, se detuvieron, del lado izquierdo la comandancia, el Subcomandante Moisés no tenía parche, del lado derecho el Subcomandante Marcos, se miraron.
Llegué a pensar que mi corazón en vez de bombear sangre, producía infinitas lágrimas.
El Sub Marcos salió cabalgando, pasando del lado derecho de las bases de apoyo, seguido por la comandancia y después los milicianos. Terminó la canción y la sociedad civil comenzó a aplaudir, vociferando consignas, gritando. Se sentía una gran mezcla de sentimientos encontrados, colectivos.
“E.Z.L.N”
“¡No están solos!”
“Zapata vive, la lucha sigue” decían algunas consignas.
Durante el viaje en camión, antes de llegar, lxs compañerxs que estábamos dentro íbamos leyendo poesía en voz alta, empezando por un libro de poesía libertaria que traía, el libro fue pasando hacia delante hasta el punto en que no escuchábamos lo que leían, sólo los aplausos al terminar una lectura; terminamos cantando consignas, una en especial que hicimos ciertos retoques para el compa Galeano:
“Porque el color de la sangre jamás se olvida.
Los masacrados serán sembrados, vestidos de verde olivo, políticamente vivos.
Nos haz muerto,
No haz muerto,
No has muerto camarada.
Tu vida,
Tu vida,
Tu vida será sembrada,
¿Y quién la sembrará? El pueblo organizado,
¿Y cómo? Luchando, entonces…
Lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar.
Por un gobierno autónomo, campesino y popular!"
La cual fue propuesta después de los aplausos y demás consignas por el compañero José. La leyó primero para que la gente la aprendiera y después la vociferamos, aunque fuimos pocos se escuchó.
Poco después, de las bocinas salió la voz del Subcomandante Marcos:
“Transmitiendo en vivo, Radio Insurgente, desde las montañas del sureste mexicano”
Anunciaba que dentro de poco, al ocultarse el sol, sería el homenaje al compa Galeano. Mientras, podríamos comer, descansar, conversar, etc.
Una compañera me hizo bajar de la banca para abrazarnos. Aquí realmente se siente la solidaridad y la unión. También una francesa me miró y estrechó mi mano, Tawra. No necesitamos años de conocernos, aquí, todxs somos cómplices, confidentes, nos une la lucha.
Calmadas mis lágrimas comencé a escribir esto, ignoro la hora ya que no tengo reloj o celular para saberlo, no es algo que se imprescindible en mi vida.
Cada vez admiro más a los zapatistas, mi amor y respeto se acrecientan. Mientras nosotrxs “jugamos” a los intelectuales, leyendo sobre libertad, autonomía y colectividad, ellos lo viven a diario, lo construyen. Definitivamente están mucho más por delante que nosotrxs. Como caminan, como miran.
El Subcomandante Insurgente Moisés también nos habló, nos advirtió que está prohibido el alcohol, las aguas locas, etc. También nos dijo que no podíamos fumar de nuestros “cigarros malos”, refiriéndose a la marihuana, cocaína o cualquier otra droga –menos tabaco y café, ¡cómo se fuma tabaco por allá!-, esto nos hizo reír. Luego, nos dio indicaciones de formarnos en la cancha. Primero los Caracoles, después siete filas de los que recién llegamos a la Realidad.
“¡Firmes!”
“¡Saludar, ya!”
Vino un comunicado, leído por el Subcomandante Insurgente Moisés, alrededor de las cinco de la tarde. Para empezar se cantó el Himno Nacional Mexicano, yo, en lo personal no lo canté pues tengo conflicto con los símbolos patrios, con el “ser mexicano”, es una falacia, pero eso es otra historia.
Los comunicados no los tocaré, son extensos y yo, poco preciso, además con pésima memoria; los compañeros de medios libres e independientes complementan más este trabajo histórico y colectivo.
(Si necesitan más información, en el enlace zapatista están los comunicados, el que apenas pasó en ese momento se llama “Palabras de la comandancia general del EZLN, en voz del Subcomandante Insurgente Moisés, en el homenaje al compañero Galeano. El día 24 de Mayo del 2014 en la Realidad, Chiapas, México”.)
Después se cantó el himno zapatista.
“Ya se mira el horizonte…”
Algunas personas se fueron a sentar, otrxs permanecimos de pie. El Sub Moisés nos dijo que quienes quisiéramos ver la tumba del compa Galeano, nos quedemos en fila para avanzar de la misma forma, se hizo un tanto un desmadre por parte de los caravaneros, los zapatistas jamás se movieron de su lugar. Un poco de organización llegó, ya que veríamos a la familia quién estaba cansada debido a las visitas. Varios compañeros trajeron flores y velas. Avanzamos poco a poco, dejando pasar primero a los Caracoles. Se dejó una enorme corona de flores. Iba oscureciendo, uno a uno en fila, visitando al compa Galeano.
Sinceramente no quise ver a la familia, sentimentalmente me hubiera sido fatal.
La tumba, llena de flores, rodeada de piedras, velas a distintas alturas, iluminando, el rectángulo me pareció hecho de mármol, con una inscripción que no alcancé a leer. Algunxs se tomaron fotos, lo sentí un poco irrespetuoso.
De regreso al Caracol, igualmente en fila, iba con un compa de Oax. Que estudió historia y vive en la capital, íbamos platicando de varias cosas. En poco tiempo surgió una estima hacia mis compañerxs de caravana.
Dentro del Caracol, esperamos sentados mientras comíamos y conversábamos. Las luces colgadas en cables cruzando el patio donde estaba la cancha y el templete, se movían por el viento –llegué a pensar que temblaba-, se distinguían insectos volando alrededor de los focos, seducidos por la luz.
Una cadena de milicianos resguardaba el patio, cada uno de pie, inmóvil, a medio metro de su siguiente compañero. Cada cierto tiempo llegaba un relevo.
A ratos llegaba una fuerte lluvia, efímera, todo se calmaba y volvía a llover; no pudimos contemplar el cielo lleno de estrellas debido a las nubes. Una ocasión, una luz en el cielo se asomaba y sonreía, era la Luna.
El tiempo pasaba y esperábamos, la llegada de los Subcomandantes –anunciada a priori- Moisés y Marcos.
En la cancha, lo más cerca del templete, había sillas en fila, para lxs compañerxs de tercera edad.
Para ir al baño o a una tienda, debías ir detrás del templete, ahí, lleno de compas zapatistas, de todas las edades, con o sin pasamontañas, convivían, se comunicaban tanto en español como en sus respectivas lenguas. Pasar y conversar con ellxs era algo realmente intenso, siquiera antes de abrir la boca, ya había fuertes intercambios, con la mirada. Estaban también varias posadas, para cada uno de los caracoles, ahí dormían en hamacas, bolsas de dormir, etc. Algunos baños con taza, eran pequeños, cuadrados y con paredes de madera, algunos para nosotrxs, como dije antes, de plástico. Al terminar de usarlos debías llenar una cubeta con agua para echarlo en el retrete. El agua la extraíamos de una cisterna de concreto, en medio de los baños -de un lado mujeres y del otro, hombres-. El agua llegaba por un par de mangueras.
También había, detrás del gran templete una pequeña explanada y en medio un tinaco con filtro para que los compas bebieran de ahí.
Continuaban llegando lluvias esporádicamente, que tan espontáneamente como llegaban, se iban.
Lxs compañerxs zapatistas nos convocaron de nuevo en filas, por ahí de las 22 horas o cerca de media noche, ellxs con una organización eficiente se formaron en pocos minutos, unx tras otrx. Nosotrxs, lamentablemente no. Queriendo estar lo más cerca del templete, para ver mejor o yo qué sé, no nos organizamos, tardamos mucho para formar las siete filas. Nosotrxs platicando un poco en lo que empezaba, lxs compas, quietos y en silencio.
El Sub Moisés nos dijo que si volvía a llover tendríamos que suspender la actividad por un momento, para refugiarnos y el mitin se pospondría hasta que llegara la calma de nuevo.
Convocó a la comandancia –hombres y mujeres- al templete, después de unos minutos de movimiento apareció el Subcomandante Moisés junto con el Subcomandante Marcos y se hizo el silencio.
Antes de empezar, el Subcomandante Moisés le dio la palabra a Marcos quién inició diciendo que los medios “de paga” ya habían empezado a usar las fotos que tomaron nuestrxs compañerxs, sin dar crédito, el plagio -¡Uy, qué raro!- con el cual se iban a enfrentar los medios libres al salir de la Realidad.
(El comunicado que se leyó aquí lo pueden leer en: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/ , titulado “Entre la luz y la sombra”)
En un lugar del sureste mexicano, en las montañas y en un punto perdido entre la selva y la niebla, estábamos nosotrxs, los rebeldes, perdidos en la infinita oscuridad de la selva Chiapaneca. Aquí comenzó lo que sería un momento más de la historia, la última aparición de Marcos, su muerte en vida y lo que sería el homenaje a Galeano, no por su muerte sino por su resurrección, no individual, colectiva.
Estas partes las escribí obviamente después del comunicado, puesto que en lo que nos formamos, era completa mi ignorancia de lo que estaba a punto de suceder.
Comenzó a llover, sin embargo, ninguno quiso moverse, quedamos inmóviles y atentos a lo que sucedía en el templete.
“¡Galeano vive, la lucha sigue!” –Gritábamos efervescentes al término del comunicado.
“¡E.Z.L.N!”
“Todos somos Galeano”
Así, después del polémico comunicado, se apagaría completamente la luz, una incertidumbre colectiva. La destrucción del personaje –“botarga”- Marcos, el relevo al SCI Moisés; se perpetúa la lucha indígena, el pueblo poco a poco uniéndose, tomando fuerza. Dejando de lado el caudillismo y mestizaje, mostrando la realidad de La Realidad, una lucha netamente indígena.
Y esto, pésima noticia para algunxs, buena y esperanzadora para otrxs.
Estoy orgulloso de que formemos parte, de que lleguemos juntxs, ya que tiene un tremendo peso simbólico, el llegar en caravana. Tanto nosotrxs como los no presentes, estamos presentes.
Compañerxs, habrá Ejército Zapatista de Liberación Nacional para rato.
“Escucha” Rodrigo Ramos Xochiteotzin, Mayo 2014
Después de un largo viaje en caravana, día y medio aproximadamente, íbamos bajando curvas de terracería entre las montañas y la selva de Chiapas, en el horizonte solo se veía montañas y niebla -la naturaleza realmente imponente-, entre éstas se alcanza a distinguir una comunidad pequeña, humilde, en resistencia: La Realidad.
Las camionetas de redilas avanzaban y nosotros contemplábamos el paisaje y la comunidad, poco a poco nos acercamos, entramos a la comunidad y a nuestro alrededor habían personas, pero no eran sólo personas, eran zapatistas, las bases de apoyo nos observaban con seriedad mientras pasábamos por el camino. El ambiente se sentía tenso. Algunxs con el rostro descubierto, gallinas dispersas, con sus pequeños polluelos siguiéndolas, perros vagando entre las casas, algunos puercos. En una casa, había un hombre con un machete en mano, serio. Seguimos avanzando hasta detenernos, los compas nos indicaron que bajáramos de las camionetas de redilas con nuestro respectivo equipaje para formarnos y entrar al Caracol, a nuestros lados habían casas y zapatistas siempre en vigilia de nuestros movimientos y palabras. Los recién llegados poco a poco nos formamos, estuvimos cerca de tres horas esperando para entrar, ya que tenían que registrar a cada uno de los individuos –y colectivos- de la caravana, éramos 800 o quizá más. En ese lapso de tiempo, convivimos mientras comíamos. Yo venía con dos compañeros –Ana y Darío- del colectivo del que formo parte: La Magdalena.
Hice trueque con unos compañeros, tenían sandía y me dieron un pedazo a cambio de algunas palanquetas y alegrías, ese cacho de sandía lo partí en pedazos más pequeños para compartir.
Varios perros de los que estaban deambulando por ahí estaban muy flacos, algunos enfermos, unos cachorros corriendo y haciendo popó. Como un compañero de camión dijo, son el último eslabón de la familia, después de recibir ellos alimento, si alcanzaban, comían los caninos.
De pronto llovía unos pocos minutos y regresaba el fuerte sol. La fila disminuía pues muchos ya habían sido registrados, ahí con los datos nos daban un gafete para identificarnos. Para ir a orinar o lo que tuvieran que hacer, tenían que caminar a unas letrinas de madera, posadas en el suelo donde había un hoyo, ahí hacías tus necesidades y echabas el papel al mismo lugar, las letrinas eran separadas por plástico negro, del que se usa para bolsas de basura, no eran muy altos, así que al entrar de todas formas se veía una parte de tu cuerpo –o no me supe acomodar-. Para lavarte las manos caminabas al río cerca de ahí, podías aprovechar para refrescarte el rostro. El agua era clara, no era muy profundo en la orilla, naturalmente, podías ver piedras de distintos tamaños, también pequeños caracoles.
Después de que todxs pasamos el registro, siendo los últimos los que llegaron en coches particulares, pasamos al Caracol, era un espacio al que, al entrar, a tus lados tenías una pequeña caseta de vigilancia y otros inmuebles, algunos pintados hermosamente. Al lado se hallaba un pequeño auditorio sosteniendo por varias columnas de madera, un techo de lámina. Ahí había varias filas de bancas de madera donde nosotrxs, la sociedad civil, nos distribuimos. Frente a nosotrxs estaba una cancha de basketball de concreto, en las cestas las tablas estaban pintadas de negro con una estrella roja en el centro, que por cierto estaba resguardado por una cadena de milicianos, inmóviles. Después de la cancha estaba un templete cubierto por un techo de lámina igualmente apoyado sobre ocho columnas de madera. En los extremos habían algunas bocinas apiladas una sobre otra, en la pared del fondo se encontraban colocadas varias mantas con consignas y una fotografía grande del compañero asesinado: Galeano.
“Alto a la guerra en contra del EZLN” decía la central.
Nosotrxs, sentados y conversando, descansando del largo viaje, esperábamos, cuando de pronto muchos compas zapatistas, hombres, mujeres, jóvenes y niños, comenzaron a correr llenando paulatinamente la cancha, eran las bases de apoyo. En su mayoría cubiertos con pasamontañas o paliacates rojos. Alguno estaba coordinando dando indicaciones -me parece que era el ComandanteTacho- de cómo iban a distribuirse las bases de apoyo. Todo esto nos alarmó a todxs, poniéndonos de pie lo más cerca posible de la cancha, sin salirnos del techo de lámina, lxs que no alcanzamos a ver lo que sucedía, ya que la gente se aglomeró detrás de los medios libres, nos paramos sobre las bancas.
Alrededor de la cancha había una cadena de milicianos del EZLN. Estaban vestidos con botas oscuras en su mayoría de hule o quién sabe de qué material, los pantalones de color verde olivo, en sí, distintas gamas de verde, alguno también llevaba café. Noté que en el cinturón tenían un garrote de madera, con forma cilíndrica del lado izquierdo, unos con un radio del lado derecho. Tenían camisas café, fajadas dentro del pantalón. A la altura de la corbata tenían amarrado un paliacate rojo. Todos con un pasamontañas y una gorra/boina verde.
Continuaron saliendo zapatistas, tanto bases de apoyo como milicianos. Éstos retrocedieron hasta estar frente a las bases de apoyo, formaron una fila. Hombro con hombro. Olvidé mencionar que tenían dos listones. Uno negro debajo del hombro izquierdo y uno rosa a la altura del corazón –posteriormente supe que era por el Caracol del que venían, así que había cinco colores distintos-. Muchas mujeres iban con sus faldas y vestidos de colores, me parece que eran de un Caracol en específico, con sus bebés en brazos, quienes lloraban y callaban al ser amamantados. Los niños y niñas, serios, también en formación.
Empezó a sonar una canción al fondo, “Latinoamérica de Calle 13”. Ya que todxs estaban formados, Tacho dio algunas órdenes a los milicianos, en ese momento todos se pusieron un parche en el ojo derecho, marcaban el paso en su lugar, sacaron el garrote y lo sostuvieron con su brazo derecho, entrelazaron sus brazos. Al sonar otras indicaciones bajaron la cabeza, luego que la movieran al lado izquierdo, al derecho, arriba. Al centro, nos mirábamos de frente. Empezaron a marchar lentamente hacia nosotrxs.
Mientras todo esto sucedía, mi corazón latía muy rápido, era una mezcla de sentimientos, emoción, nostalgia; en realidad no sé ni cómo describirlo. Mi mandíbula comenzó a temblar involuntariamente, sin darme cuenta comencé a derramar lágrimas. Eran rojas y negras.
Nada de esto se detenía y los medios libres, al tanto de todo, tomaban fotos. Un suspiro colectivo se escuchó alrededor. Apareció por el lado derecho, el Subcomandante Insurgente Marcos, sobre un caballo café claro, con su pasamontañas y su boina, su pistola bien fajada, en la espalda portaba un machete, humeando su pipa de tabaco mientras cabalgaba hábilmente en círculo. En su ojo derecho tenía un parche, con el símbolo del cráneo que suelen usar los piratas, estaba todo vestido de negro, en la mano izquierda un guante con fondo negro y en los dedos se distinguían los huesos, formando así una mano esquelética –todo aquí lo dejo a la libre interpretación del lector-. Una aparición pública, después de tiempo y los rumores de su muerte y enfermedad; más y más fotos eran tomadas. El Subcomandante levantó el puño izquierdo y varixs compañerxs hicieron lo mismo –pensé en hacerlo, cosa que evité-, en ese momento levantó el dedo medio, parecía molesto, hacia nosotros, causando algunas risas entre el público, polémico momento.
“Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, y de nuevo estoy aquí“
Ignoraba hasta hace unos momentos que esto que vivimos es ya parte de la historia, incluso esto llamado tinta, que sale de mi pluma, está poniendo un pequeño y humilde ladrillo en la gran muralla histórica, sin un inicio visible y con un final tan distante, tan cercano.
Ya que las miradas estaban sobre Marcos, no me di cuenta en qué momento llegaron otros siete jinetes zapatistas de lado izquierdo del patio, era la comandancia. Cabalgando hábilmente, se detuvieron, del lado izquierdo la comandancia, el Subcomandante Moisés no tenía parche, del lado derecho el Subcomandante Marcos, se miraron.
Llegué a pensar que mi corazón en vez de bombear sangre, producía infinitas lágrimas.
El Sub Marcos salió cabalgando, pasando del lado derecho de las bases de apoyo, seguido por la comandancia y después los milicianos. Terminó la canción y la sociedad civil comenzó a aplaudir, vociferando consignas, gritando. Se sentía una gran mezcla de sentimientos encontrados, colectivos.
“E.Z.L.N”
“¡No están solos!”
“Zapata vive, la lucha sigue” decían algunas consignas.
Durante el viaje en camión, antes de llegar, lxs compañerxs que estábamos dentro íbamos leyendo poesía en voz alta, empezando por un libro de poesía libertaria que traía, el libro fue pasando hacia delante hasta el punto en que no escuchábamos lo que leían, sólo los aplausos al terminar una lectura; terminamos cantando consignas, una en especial que hicimos ciertos retoques para el compa Galeano:
“Porque el color de la sangre jamás se olvida.
Los masacrados serán sembrados, vestidos de verde olivo, políticamente vivos.
Nos haz muerto,
No haz muerto,
No has muerto camarada.
Tu vida,
Tu vida,
Tu vida será sembrada,
¿Y quién la sembrará? El pueblo organizado,
¿Y cómo? Luchando, entonces…
Lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar.
Por un gobierno autónomo, campesino y popular!"
La cual fue propuesta después de los aplausos y demás consignas por el compañero José. La leyó primero para que la gente la aprendiera y después la vociferamos, aunque fuimos pocos se escuchó.
Poco después, de las bocinas salió la voz del Subcomandante Marcos:
“Transmitiendo en vivo, Radio Insurgente, desde las montañas del sureste mexicano”
Anunciaba que dentro de poco, al ocultarse el sol, sería el homenaje al compa Galeano. Mientras, podríamos comer, descansar, conversar, etc.
Una compañera me hizo bajar de la banca para abrazarnos. Aquí realmente se siente la solidaridad y la unión. También una francesa me miró y estrechó mi mano, Tawra. No necesitamos años de conocernos, aquí, todxs somos cómplices, confidentes, nos une la lucha.
Calmadas mis lágrimas comencé a escribir esto, ignoro la hora ya que no tengo reloj o celular para saberlo, no es algo que se imprescindible en mi vida.
Cada vez admiro más a los zapatistas, mi amor y respeto se acrecientan. Mientras nosotrxs “jugamos” a los intelectuales, leyendo sobre libertad, autonomía y colectividad, ellos lo viven a diario, lo construyen. Definitivamente están mucho más por delante que nosotrxs. Como caminan, como miran.
El Subcomandante Insurgente Moisés también nos habló, nos advirtió que está prohibido el alcohol, las aguas locas, etc. También nos dijo que no podíamos fumar de nuestros “cigarros malos”, refiriéndose a la marihuana, cocaína o cualquier otra droga –menos tabaco y café, ¡cómo se fuma tabaco por allá!-, esto nos hizo reír. Luego, nos dio indicaciones de formarnos en la cancha. Primero los Caracoles, después siete filas de los que recién llegamos a la Realidad.
“¡Firmes!”
“¡Saludar, ya!”
Vino un comunicado, leído por el Subcomandante Insurgente Moisés, alrededor de las cinco de la tarde. Para empezar se cantó el Himno Nacional Mexicano, yo, en lo personal no lo canté pues tengo conflicto con los símbolos patrios, con el “ser mexicano”, es una falacia, pero eso es otra historia.
Los comunicados no los tocaré, son extensos y yo, poco preciso, además con pésima memoria; los compañeros de medios libres e independientes complementan más este trabajo histórico y colectivo.
(Si necesitan más información, en el enlace zapatista están los comunicados, el que apenas pasó en ese momento se llama “Palabras de la comandancia general del EZLN, en voz del Subcomandante Insurgente Moisés, en el homenaje al compañero Galeano. El día 24 de Mayo del 2014 en la Realidad, Chiapas, México”.)
Después se cantó el himno zapatista.
“Ya se mira el horizonte…”
Algunas personas se fueron a sentar, otrxs permanecimos de pie. El Sub Moisés nos dijo que quienes quisiéramos ver la tumba del compa Galeano, nos quedemos en fila para avanzar de la misma forma, se hizo un tanto un desmadre por parte de los caravaneros, los zapatistas jamás se movieron de su lugar. Un poco de organización llegó, ya que veríamos a la familia quién estaba cansada debido a las visitas. Varios compañeros trajeron flores y velas. Avanzamos poco a poco, dejando pasar primero a los Caracoles. Se dejó una enorme corona de flores. Iba oscureciendo, uno a uno en fila, visitando al compa Galeano.
Sinceramente no quise ver a la familia, sentimentalmente me hubiera sido fatal.
La tumba, llena de flores, rodeada de piedras, velas a distintas alturas, iluminando, el rectángulo me pareció hecho de mármol, con una inscripción que no alcancé a leer. Algunxs se tomaron fotos, lo sentí un poco irrespetuoso.
De regreso al Caracol, igualmente en fila, iba con un compa de Oax. Que estudió historia y vive en la capital, íbamos platicando de varias cosas. En poco tiempo surgió una estima hacia mis compañerxs de caravana.
Dentro del Caracol, esperamos sentados mientras comíamos y conversábamos. Las luces colgadas en cables cruzando el patio donde estaba la cancha y el templete, se movían por el viento –llegué a pensar que temblaba-, se distinguían insectos volando alrededor de los focos, seducidos por la luz.
Una cadena de milicianos resguardaba el patio, cada uno de pie, inmóvil, a medio metro de su siguiente compañero. Cada cierto tiempo llegaba un relevo.
A ratos llegaba una fuerte lluvia, efímera, todo se calmaba y volvía a llover; no pudimos contemplar el cielo lleno de estrellas debido a las nubes. Una ocasión, una luz en el cielo se asomaba y sonreía, era la Luna.
El tiempo pasaba y esperábamos, la llegada de los Subcomandantes –anunciada a priori- Moisés y Marcos.
En la cancha, lo más cerca del templete, había sillas en fila, para lxs compañerxs de tercera edad.
Para ir al baño o a una tienda, debías ir detrás del templete, ahí, lleno de compas zapatistas, de todas las edades, con o sin pasamontañas, convivían, se comunicaban tanto en español como en sus respectivas lenguas. Pasar y conversar con ellxs era algo realmente intenso, siquiera antes de abrir la boca, ya había fuertes intercambios, con la mirada. Estaban también varias posadas, para cada uno de los caracoles, ahí dormían en hamacas, bolsas de dormir, etc. Algunos baños con taza, eran pequeños, cuadrados y con paredes de madera, algunos para nosotrxs, como dije antes, de plástico. Al terminar de usarlos debías llenar una cubeta con agua para echarlo en el retrete. El agua la extraíamos de una cisterna de concreto, en medio de los baños -de un lado mujeres y del otro, hombres-. El agua llegaba por un par de mangueras.
También había, detrás del gran templete una pequeña explanada y en medio un tinaco con filtro para que los compas bebieran de ahí.
Continuaban llegando lluvias esporádicamente, que tan espontáneamente como llegaban, se iban.
Lxs compañerxs zapatistas nos convocaron de nuevo en filas, por ahí de las 22 horas o cerca de media noche, ellxs con una organización eficiente se formaron en pocos minutos, unx tras otrx. Nosotrxs, lamentablemente no. Queriendo estar lo más cerca del templete, para ver mejor o yo qué sé, no nos organizamos, tardamos mucho para formar las siete filas. Nosotrxs platicando un poco en lo que empezaba, lxs compas, quietos y en silencio.
El Sub Moisés nos dijo que si volvía a llover tendríamos que suspender la actividad por un momento, para refugiarnos y el mitin se pospondría hasta que llegara la calma de nuevo.
Convocó a la comandancia –hombres y mujeres- al templete, después de unos minutos de movimiento apareció el Subcomandante Moisés junto con el Subcomandante Marcos y se hizo el silencio.
Antes de empezar, el Subcomandante Moisés le dio la palabra a Marcos quién inició diciendo que los medios “de paga” ya habían empezado a usar las fotos que tomaron nuestrxs compañerxs, sin dar crédito, el plagio -¡Uy, qué raro!- con el cual se iban a enfrentar los medios libres al salir de la Realidad.
(El comunicado que se leyó aquí lo pueden leer en: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/ , titulado “Entre la luz y la sombra”)
En un lugar del sureste mexicano, en las montañas y en un punto perdido entre la selva y la niebla, estábamos nosotrxs, los rebeldes, perdidos en la infinita oscuridad de la selva Chiapaneca. Aquí comenzó lo que sería un momento más de la historia, la última aparición de Marcos, su muerte en vida y lo que sería el homenaje a Galeano, no por su muerte sino por su resurrección, no individual, colectiva.
Estas partes las escribí obviamente después del comunicado, puesto que en lo que nos formamos, era completa mi ignorancia de lo que estaba a punto de suceder.
Comenzó a llover, sin embargo, ninguno quiso moverse, quedamos inmóviles y atentos a lo que sucedía en el templete.
“¡Galeano vive, la lucha sigue!” –Gritábamos efervescentes al término del comunicado.
“¡E.Z.L.N!”
“Todos somos Galeano”
Así, después del polémico comunicado, se apagaría completamente la luz, una incertidumbre colectiva. La destrucción del personaje –“botarga”- Marcos, el relevo al SCI Moisés; se perpetúa la lucha indígena, el pueblo poco a poco uniéndose, tomando fuerza. Dejando de lado el caudillismo y mestizaje, mostrando la realidad de La Realidad, una lucha netamente indígena.
Y esto, pésima noticia para algunxs, buena y esperanzadora para otrxs.
Estoy orgulloso de que formemos parte, de que lleguemos juntxs, ya que tiene un tremendo peso simbólico, el llegar en caravana. Tanto nosotrxs como los no presentes, estamos presentes.
Compañerxs, habrá Ejército Zapatista de Liberación Nacional para rato.
“Escucha” Rodrigo Ramos Xochiteotzin, Mayo 2014
Despertar #68
José Emilio Hernández Martín
Soñé con miles de zapatos en la plaza estaba parado en medio del viento
El ruido de un tigre de bengala aparecía en el horizonte de concreto una canción de hierro rugía cerca del piso y las campanas no hacían ningún ruido
Soñé que las madres clamaban desde sus vientres nombres sin nombres y cabellos jóvenes y brazos descalzos tanques que bombardeaban la carne hecha fuego y polvo
Soñé que nadie era adulto y todos morían niños
Soñé que había disparos de guante blanco todos corrían y todos eran una sopa de fideos la lluvia despedregaba los cráneos sin ojos
Soñé que soñaba en medio de una plaza llena de papeles regados y desperté soñando que no era agua helada la que caía sino metal hirviendo que penetraba en el alma,
El ruido de un tigre de bengala aparecía en el horizonte de concreto una canción de hierro rugía cerca del piso y las campanas no hacían ningún ruido
Soñé que las madres clamaban desde sus vientres nombres sin nombres y cabellos jóvenes y brazos descalzos tanques que bombardeaban la carne hecha fuego y polvo
Soñé que nadie era adulto y todos morían niños
Soñé que había disparos de guante blanco todos corrían y todos eran una sopa de fideos la lluvia despedregaba los cráneos sin ojos
Soñé que soñaba en medio de una plaza llena de papeles regados y desperté soñando que no era agua helada la que caía sino metal hirviendo que penetraba en el alma,
Antropología de la élites: Nosotros los oprimidos, ellos los dominantes
Valeria Meza, UAM Iztapalapa
México, D.F.
Para reafirmar el papel de las ciencias sociales como motor de cambio social, es necesario estudiar a la sociedad como un sistema total de relaciones de opresores-oprimidos. Y para entender el funcionamiento de este sistema no basta con estudiar únicamente a un polo de la relación. DE UNA ANTROPOLOGÍA COLONIZADORA A UNA DESCOLONIZADORA A lo largo de su historia, la antropología social se ha enfocado por estudiar predominantemente a los grupos sociales pequeños, considerados “exóticos” y vulnerables. En sus inicios, se establece la antropología como ciencia con el propósito de conocerlos y hacer más sencilla la misión de colonizar y justificar las explotaciones hacia los pueblos conquistados, sin embargo, con los efectos desencadenados por la antropología aplicada y después de pasar por diversos debates éticos, se produjo un cambio radical en su discurso. Fue en las décadas de los años 60 y 70, en el marco de un mundo inmerso en el cambio y un ambiente de controversia, reflexión y crítica que se comenzaron a cuestionar las posturas que brindaba la antropología tradicional. Se empezaron a tomar en serio y afloraron los debates en torno a cuestiones como “la responsabilidad de los científicos sociales […] el estatus de ciencia y objetividad para la antropología, la antropología como consecuencia del colonialismo, la relevancia de la misma en un mundo rápidamente cambiante y cómo desarrollarla relevantemente […] así como la naturaleza del compromiso de los profesionales de la antropología hacia la propia disciplina, la gente estudiada y los estudiantes.” Se propuso relacionar la antropología “con el bienestar de la humanidad” y también el planteamiento de códigos éticos que guiaran la práctica profesional, así como los cuestionamientos de al servicio de quién o cuál es, realmente la función de la antropología o su propósito así como su utilidad para las personas estudiadas . En la década de los ochenta la supuesta objetividad científica fue descartada como posible, considerando que las representaciones que hace el científico social acerca de los otros son forzosamente subjetivas dado que nuestros análisis siempre vienen condicionados por nuestro posicionamiento social. Así mismo, fue reconocida también como un disfraz para ocultar los efectos políticos desencadenados sobre los sujetos estudiados. Actualmente, ya está bastante generalizada e incluso forma parte muchas veces del sentido común de los investigadores sociales la noción de la responsabilidad directa que conlleva el conocimiento que generan. Esto sumado a la ruptura frente a una antropología “neutral” (que iba de la mano con la antropología “objetiva”), considerando que no actuar significa de hecho tomar una postura ética y política (Gallini, S.J. Taylor y R. Bogdan), promueve el surgimiento de nuevas formas de hacer antropología. A partir de ahí, para intentar despojar a la antropología de sus propósitos colonizadores y concibiendo a la información y el conocimiento como una herramienta para el control y el poder, se le ha dotado de un discurso pro-oprimidos, un discurso descolonizador: "La antropología está lista para aceptar íntegramente su nueva misión: la de ser la teoría-práctica de la descolonización permanente del pensamiento." La antropología es ahora una herramienta y una práctica descolonizadora comenzando por el proceso mismo de investigación, pasando por los resultados, la difusión de los resultados y las acciones emprendidas a partir de ellos (Speed, Aubry, Mora,). Ahora la tarea primordial del antropólogo es la de realizar investigación que no sólo no sea dañina para los estudiados, sino que se haga para, junto y de acuerdo a las necesidades de los estudiados. “Regresar” la información a los estudiados, la devolución del trabajo final, también es parte de los nuevos principios morales; “¿[…] qué tan frecuentemente estas comunidades […] llegan realmente a conocer los resultados de la investigación? ¿Se hace algún esfuerzo para canalizar las conclusiones científicas y los resultados hacia ellos, para traducir nuestra jerga profesional a conceptos cotidianos que la gente pueda entender y de los cuales pueda aprender algo? ¿Y, sobre todo, resultados a los cuáles puedan contribuir por medio del diálogo?” (Stavenhaggen, 1972) . Para Aubry la observación participante se vuelve un tanto obsoleta en una realidad que evoluciona rápidamente y donde las conclusiones y descripciones obtenidas a través de ese método ya no son las correspondientes a la hora de actuar. Por lo tanto, él propone la investigación-acción como el método idóneo en un contexto que exige acciones y soluciones a graves conflictos con rapidez y eficacia a largo plazo y sin perder el análisis crítico en la investigación. “[…] se conoce haciendo, u observando lo que se hace-no escribiendo-, sacando conclusiones, es decir constataciones -no disertaciones- a las que se sujeta la acción. La intervención sobre lo real es cognitiva, la acción monitorea la investigación, la investigación fertiliza la acción.” Y más aún, el que se realice la investigación de manera colaborativa con los estudiados [Aubry, Mora] contribuye a echar abajo el monopolio de la producción de información. El proceso de investigación concebido como trabajo colaborativo propone nuevas relaciones investigador-investigado, y el mismo proceso se vuelve una práctica descolonizadora, además de que el producto es un trabajo mucho más rico, más productivo y con propuestas y soluciones más eficaces. Y no sólo eso, la investigación colaborativa es aún más eficaz. Dado que propuestas exógenas, comunes en la antropología tradicional donde el investigador vierte sus iniciativas que son concebidas como ajenas y por lo tanto “no pegan”, al ser propuestas resultado de un proceso colaborativo, con las aportaciones de sus reflexiones en función de sus necesidades, son iniciativas que surgen desde la comunidad para la comunidad. “En términos llanos se podría decir que investigar un problema es resolverlo, pero en el entendido de que en la sociedad, el problema y su solución son colectivos. En consecuencia, la mejor investigación es una investigación asociada […] y la solución no pertenece al investigador-porque es necesariamente social-, pero lo menos que se puede esperar del investigador es que proporcione instrumentos-los mejores no suelen ser de papel- para agilizar o consolidar la acción colectiva.” Se vuelve entonces algo así como una investigación-acción colaborativa. ANTROPOLOGÍA COMO MOTOR DEL CAMBIO SOCIAL La antropología activista, la investigación-acción y la investigación asociada, como herramientas dirigidas a este propósito, establecen el perfil del científico social idóneo: un ser consciente de su contexto y de su propia realidad, y que actúe en consecuencia de ella comprometiéndose con su transformación. Sin embargo, como bien expone Stavenhagen, “[…] para reafirmar el papel de las ciencias sociales como motor de cambio social, es necesario estudiar a la sociedad como un sistema total de relaciones de opresores-oprimidos. Y para entender el funcionamiento de este sistema no basta con estudiar únicamente a un polo de la relación […]”. Conocer el otro lado de la moneda es fundamental para comprender la estructura social en su conjunto y de esa manera tener un mayor entendimiento acerca de las relaciones de poder y dominación. Sin embargo, el estudio de estos grupos dominantes, de las elites, es mucho más complicado. Aunque es verdad que lo que se busca también es entender el punto de vista, la forma de ver el mundo de los grupos dominantes, son procesos de investigación completamente diferentes. En primer lugar, utilizar la observación participante como método de investigación en muchos casos resulta casi imposible. Como bien dice Stavenhagen “Es más fácil entrar a la choza de un campesino que la oficina de un ejecutivo”. En segundo lugar, los propósitos de la investigación no son la emancipación de estos grupos, sino proporcionar información para comprender la estructura de la relación y complementar la antropología dedicada a la liberación humana, por lo que métodos como el de la investigación-acción o investigación colaborativa en estos casos no son aplicables. ANTROPOLOGÍA DE LAS ELITES El particular método de la antropología requiere un contacto directo con los estudiados, sin embargo, como bien expone Eugenia Iturriaga “Los grupos de élite son generalmente de acceso restringido para quienes no comparten los mismos códigos.” Iturriaga realizó como tesis doctoral una investigación acerca de los grupos dominantes, las clases altas en Mérida, Yucatán para comprender las concepciones que tienen acerca de ellos mismos y de los otros, en este caso indígenas mayas, en una ciudad dividida por el racismo. En su caso específico se le facilitó realizar observación-participante dentro de los grupos de élite dado que tanto su apariencia física, como su contexto social eran los aceptados y apreciados por el grupo específico que ella se dedicó a estudiar. Los estudios acerca de las élites deben ser precavidos en cuanto al planteamiento de la naturaleza de sus comportamientos, dado que los comportamientos de las élites estudiados serían fundamentalmente actitudes reprobables por el resto de la sociedad, y ellos lo saben, por lo que se deben encontrar otras formas para realizar la investigación, de forma más indirecta pero quizás incluso más veraz. Ella analizó la ideología de estos grupos a través de las prácticas cotidianas y de su participación en los medios de comunicación, examinando los prejuicios y estereotipos étnicos que manejan las clases altas en cuanto a ellas mismas y en cuanto a los mayas yucatecos, pero las prácticas discriminatorias y de segregación las analizó estudiando la distribución espacial de la ciudad. Gilberto López y Rivas hace un análisis de las mentalidades de los grupos militares, específicamente los estadounidenses, a partir de algunos de sus manuales de contrainsurgencia (Manual 3-24 de contrainsurgencia estadounidense y Manual de campo de las fuerzas especiales número 31-20-3), considerando que estos grupos son la principal herramienta de las élites políticas y económicas para someter, controlar y expandir su dominio imperialista y hegemónico. En los fragmentos de manuales que presenta López y Rivas se perciben claramente los “valores” que buscan defender, presentando una visión completamente alterada de la realidad y con toda una nueva gama de conceptos, donde se perciben ellos mismos como los destinados a salvar al mundo del mal, pero principalmente, a defender los intereses de su nación. Dada la naturaleza de los sujetos de estudio, muchas veces sería imposible realizar una investigación éticamente responsable por medio de la observación-participante en los grupos dominantes, la opción de investigación encubierta quedó descartada décadas atrás. De manera que ante esta situación es necesario desarrollar otras formas de hacer antropología, y el análisis documental que realiza López y Rivas se presenta como una opción viable. Al estudiar a las clases dominantes es posible entender por qué piensan como piensan; cuáles son sus excusas y comprender los procesos de dominación que ejercen. Así, la explicación de nuestra realidad es mucho más completa, y podemos proseguir a idear y llevar a cabo nuevas formas de construir una sociedad equitativa. Las élites son realmente un vasto campo de estudio por explorar y sin duda debe alentarse su estudio, para que de la misma manera en que la antropología colonizadora se dedicaba a estudiar grupos para comprenderlos y hacer más sencillo su dominio y control, la antropología descolonizadora se dedicará a estudiar a las élites para comprenderlas y proceder a abolir dicha opresión ocasionada por esos "otros", de los "otros" que parecen ser el mayor problema pero que por alguna razón hemos evitado.